Octopus, el gaseoducto que amenaza la bahía de Concepción

La empresa chilena Biobiogenera, asociada con la eléctrica francesa EDF y el exportador de Gas Natural Licuado (GNL) estadounidense Cheniere, han propuesto construir el proyecto GNL Penco- Lirquén o más conocido como Octopus. Su proceso de aprobación ha sido lento y confuso, gracias a la resistencia ofrecida por la ciudadanía de la Región del Bíobío, […]

La empresa chilena Biobiogenera, asociada con la eléctrica francesa EDF y el exportador de Gas Natural Licuado (GNL) estadounidense Cheniere, han propuesto construir el proyecto GNL Penco- Lirquén o más conocido como Octopus. Su proceso de aprobación ha sido lento y confuso, gracias a la resistencia ofrecida por la ciudadanía de la Región del Bíobío, que teme a los impactos de este nuevo proyecto industrial .

“Octopus” es el nombre de una especie de pulpo, y también el nombre con el que identificamos al proyecto que amenaza con destruir la bahía del Gran Concepción. Un megaproyecto que tiene el objetivo de expandir el Gas Natural Licuado (GNL) que viene de países extranjeros, para darle vida a otras industrias que están desarrollándose en la región del Bíobío.

Octopus Spa, ahora denominado Terminal GNL Penco, se presentó en abril del 2013, proponiendo instalar “la infraestructura portuaria necesaria y eficiente para realizar la descarga, almacenamiento y de GNL procedente de diversos orígenes” (SEA, 2014).

Este servicio se tornaría necesario ante el avance del Gran Concepción, una ciudad que se enfrenta a los problemas propios del desarrollo de una metrópoli. En 2015 el gobierno de Chile la declaró como “Zona Saturada”,  debido a los altos estándares de contaminación atmosférica que posee, y que se le adjudican al uso de la calefacción a leña.  

Sin embargo, esta saturación es el resultado combinado de la actividad energética, petroquímica, metal-mecánica, forestal y pesquera, la cual -sumada a la explosión de la población que, a su vez, usa la calefacción a leña en épocas de frío- genera una ventaja para desplegar la industria del gas licuado como un “combustible menos contaminante”.

Sin embargo, el GNL que ingrese por medio de este nuevo proyecto no sólo será de uso residencial, pues, más bien, será un servicio para el resto de industrias que necesitan de este material para sobreexplotar la “capital energética del país” (Bíobío).

Sobre el cambio de imagen:

El nombre oficial del Terminal Octopus se transformó en uno más técnico luego de ver la resistencia que su propuesta generaba en la Región. Su primer paso fue retirar el Estudio de Impacto Ambiental presentado en 2013, y luego replantear su imagen ante la comunidad.

Con ello, Australis Power -nombre original de la empresa impulsora del proyecto- pasó a llamarse Biobiogenera, manteniendo las intenciones de construir dos proyectos interdependientes entre sí: el terminal marítimo (Terminal GNL Penco-Lirquén) en Penco y una central termoeléctrica (El Campesino) en Bulnes, que funcionará con el gas natural que llegará en buques hasta el puerto para ser regasificado. Este segundo proyecto ya se encuentra aprobado por el Servicio de Evaluación Ambiental (SEIA).

Por su parte, el Terminal tendrá la capacidad para atracar dos naves, una de ellas del tipo FSRU (sigla en inglés que significa “Unidad Flotante de Almacenamiento y Regasificación”), la que estará permanentemente en la bahía, y una nave de transporte o “carrier” que suministrará GNL a la nave FSRU, y que procederá desde Corea. La idea es que el gas llegue hasta el terminal, donde será comprimido y luego transportado por un ducto submarino y terrestre de 2,5 kilómetros de extensión hasta la red de gasoductos existente para abastecer al Bíobío. Para todas sus obras, GNL Penco considera la conexión con el Gasoducto del Pacífico, el cual se emplaza entre la provincia de Neuquén (Argentina) y la Región del Biobío.

Toda aquella actividad ha sido posicionada por la empresa como una opción necesaria, pues potencia el uso de la energía limpia en la región, omitiendo los importantes impactos ambientales que tiene el uso de un combustible fósil como es el gas. Esos efectos son: liberación de gas metano a la atmósfera, consecuencias territoriales mediante de la extracción de este combustible (fracking), el costo ambiental y social de la extracción a cada vez mayores profundidades tanto en continentes como océanos, y la fuerte dependencia política con potencias energéticas exportadoras.

El Estado de Chile, precisamente, busca impulsar la dependencia importadora de combustibles basados en gas natural con el objetivo de reemplazar el petróleo en generación eléctrica por el GNL. En junio de 2014, Máximo Pacheco, ex Ministro de Energía, firmó el Acuerdo Bilateral de Cooperación Energética con el ex Secretario de Energía Norteamericano, Ernest Moniz. Así, el país se inclinó por el uso de este recurso, que a nivel de mercados globales es una ventaja por ser más económico, y que  para Chile representa una oportunidad para explotar los recursos que quedan en la Región de Magallanes.

 

Resistencia ciudadana:

Si bien la empresa señala que la regasificación de GNL es compatible con la pesca y turismo de la Bahía de Concepción, pues sostiene que sus gasoductos serán diseñados con exigentes medidas de seguridad y altos estándares medioambientales -que mantendrán la calidad del aire y agua- una creciente resistencia ciudadana se ha sostenido desde que Octopus se planteó frente a la región.

El gas natural licuado (GNL) es el combustible fósil más limpio, pero un combustible fósil al fin y al cabo. De hecho, el proceso de producción de este material se realiza por medio del fracking o fracturación hidráulica, que genera un exponencial riesgo para los recursos hídricos. “En la mayoría de las veces se usa agua para hacer la fractura hidráulica, que sería la traducción del fracking o aero-fracking en inglés. Esa fractura hidráulica, conlleva gran cantidad de agua, cada pozo puede consumir hasta 30 millones a un litro de por fractura y, a eso se le agrega una sopa de químicos contaminantes que pueden llegar a ser uno o dos por ciento de esos 30 millones de litros”, señaló Giulio Ohaluer, integrante de la Asamblea Permanente del Comahue por el Agua y autor del libro “Fracking, No es No”, a Radio Universidad de Chile.

Además, el Terminal GNL Penco representa una irrupción en el territorio penquista, que pone en riesgo la limpieza de sus aguas, la disposición de peces aprovechados por la pesca artesanal, además de la contaminación atmosférica que significaría la instalación de su proyecto asociado que es la termoeléctrica “El Campesino”.

Por lo mismo, asociaciones de pescadores, estudiantes, indígenas, entre otras, han protestado cada vez que se acerca una discusión sobre el proyecto desde 2013.

La última de sus intervenciones la realizaron este 31 de enero, cuando el SEA cerró abruptamente el proceso de consulta indígena sobre Octopus. Allí, la Asociación Indígena Koñintu Lafkenmapu Penco pidió un recurso de protección invocando el Convenio 169 de la OIT, que obliga al Servicio de Evaluación Ambiental a realizar la consulta indígena a la comunidad lafkenche afectada.

Este recurso fue acogido por la Corte Suprema, revocando la resolución de calificación ambiental (RCA) del proyecto, y obligando a Biobiogenera a detener los trabajos de la Central El Campesino.

Además, con esta decisión la empresa entró en ciertos aprietos en sus contratos con la multinacional noruega Höegh LNG, que es la que proporcionará el FSRU del terminal, y que trabaja de la mano con la industria del GNL en el globo. La multinacional le reasignará a GNL Penco otro proyecto que será puesto en marcha para 2018, lo que retrasará todas sus obras, en caso de efectuarse.

Si bien la resistencia ciudadana ha sido permanente, la empresa tiene la seguridad de la viabilidad de su industria en la zona, y se mantiene a la espera del término del proceso de consulta indígena para volver a la carga con sus planes de progreso industrial. Sin duda alguna,  un patrón de desarrollo que se repite constantemente en todas las actividades económicas del país.