Quiquel rural: relatando el paisaje cultural chilote desde lo local

Por Jorge Inostroza Chiloé aparece en el mapa de Latinoamérica como un archipiélago al sur de Chile, en un tramo del país donde la ruta panamericacana (hasta el momento) termina su camino, marcando el inicio de la navegación como modo ineludible del espacio-viaje característico de un sistema territorial que podríamos llamar Patagonia Occidental Insular (Urbina, […]

Por Jorge Inostroza

Chiloé aparece en el mapa de Latinoamérica como un archipiélago al sur de Chile, en un tramo del país donde la ruta panamericacana (hasta el momento) termina su camino, marcando el inicio de la navegación como modo ineludible del espacio-viaje característico de un sistema territorial que podríamos llamar Patagonia Occidental Insular (Urbina, 2011). En este contexto, Chiloé lo reconocemos como uno de sus principales polos de desarrollo e identidad cultural, siendo históricamente un territorio marcado por el aislamiento y la autodeterminación, así como el principal punto de origen de los flujos migratorios que poblaron el sur austral de Chile, con lo cual su herencia cultural se puede reconocer en prácticamente toda la Patagonia chilena y argentina. 

Estas condiciones históricas y geográficas dieron lugar a lo que diversos autores llaman la “cultura de la madera” que surge del estrecho vínculo que los chilotes y chilotas han establecido por generaciones con su paisaje, dando lugar a una forma de vida única en el mundo reconocida por distintos organismos internacionales, con sus iglesias de madera como uno de los 6 Sitios de Patrimonio Mundial que posee Chile, además de ser nombrado este archipiélago como uno de los Sistemas Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial y también parte de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras.

©Pamela Cebrero Cueto

No obstante estos reconocimientos y el consenso general sobre la relevancia patrimonial de Chiloé, el escenario institucional y legislativo actual en Chile acusa una falta de un marco normativo apropiado que responda a las necesidades contemporáneas de conservación de este patrimonio y especialmente de su valor como paisaje cultural que se expresa principalmente en el ámbito rural donde son escasamente efectivos los instrumentos de ordenamiento del territorio que contempla la legislación chilena, actuando de forma sectorial y no vinculante con respecto a la decisión de la ubicación de proyectos (Kiritz, Durán y Montaña, 2015) o estrategias de desarrollo. 

De ahí, surge la inquietud de investigar sobre los atributos del paisaje cultural de Chiloé, buscando lograr no sólo la reiteración de la difusión de su valor, sino que avanzar hacia un mayor empoderamiento de las comunidades que lo habitan para aportar a su defensa, gestión y proyección en el tiempo, entendiendo que en el paisaje cultural radica una enorme potencialidad para el desarrollo territorial y el incremento de la calidad de vida (Silva y Fernandez, 2015).

En los últimos años, este desafío lo hemos abordado como Colectivo Piño, aplicando metodologías de investigación participativa de alcance local con perspectiva global, buscando construir un relato de los paisajes culturales de Chiloé desde las comunidades, en un proceso pausado, meditado y a ritmo de campo, tratando de llegar de mate en mate a la profundidad de la memoria local y desde ahí generar un proceso de re-conocimiento del propio entorno. El 2018, esta mirada decantó en el proyecto Quiquel rural s/n: paisaje cultural de bordemar, iniciativa de investigación financiada por el Fondart Regional 2018, recientemente presentada en distintos espacios del archipiélago.

©Pamela Cebrero Cueto

Quiquel se encuentra bordeando la playa algunos kilómetros al oriente de la ciudad de Dalcahue, comuna que forma parte del llamado Mar Interior del archipiélago de Chiloé.  Al frente, cruzando el canal, se divisan las Islas Quinchao y Lin Lin, y un poco más lejos se asoman las Islas Llingua y Meulín. Por la noche, se alcanzan a notar las luces de Tenaún, localidad que marca el término de la “Ruta Bordemar de Dalcahue” en la que, alternando con humedales y montes, aparecen también los poblados de Quetalco, San Juan y Calen, todos con su Iglesia, su embarcadero y su caserío antiguo donde seguramente se tejen cientos de historias en común y vínculos centenarios.

Y ¿por qué Quiquel? Un pueblo cuya iglesia no aparece en los catastros patrimoniales, que no es muy recurrente en las rutas turísticas de Chiloé ni en los recuentos de la historia oficial del archipiélago.  Justamente, por todo lo anterior. El proyecto se basa en la idea de alejar un poco la mirada de los íconos patrimoniales y de la perspectiva del objeto de valor, para enfocarnos en el sujeto, en la compleja trama invisible de relaciones de las comunidades con su territorio, las que hoy son mucho más cristalinas en localidades menos expuestas a los procesos de turistificación del archipiélago.

©Pamela Cebrero Cueto

Con esta mirada, desarrollamos una bitácora ilustrada del paisaje y la memoria de la localidad, describiendo en un recorrido imaginario por sus caminos de gravilla, senderos y playas sus formas de vida, y las historias que sus protagonistas han vivido en este paisaje tradicional del mar interior de Chiloé. Un hecho no menor de esta experiencia es la coincidencia con el proceso de “avecindamiento” en la localidad, pasando a ser parte de la comunidad, como vecinos curiosos que tocaban la puerta con una croquera bajo el brazo y un par de horas libres para hablar de los caminos, el terremoto, las familias antiguas y una que otra historia que bordeaba el realismo mágico.

 Como resultado y acto solemne de cierre de este proceso de re-conocimiento del paisaje y la memoria local montamos una exposición y realizamos acto de entrega de reconocimiento a vecinos que realizaron los principales aportes al proceso en la Escuela Básica de la localidad, espacio emblemático de soberanía de la ruralidad que en este caso ya no cumple funciones de establecimiento educacional, sino que se administra por la Junta de Vecinos como centro cultural comunitario, estimulando la continuidad de la investigación en nuevos proyectos de rescate e interpretación de su paisaje cultural chilote.

©Pamela Cebrero Cueto

Referencias:

Kiritz, G., Duran, V. y Montaña, A. (2015) Ordenamiento Territorial Energético en Chile: legitimización social de la matriz energética nacional e impactos en el Archipiélago de Chiloé. Boletín del patrimonio natural de Chiloé. 1 (2), pp. 3-18. Recuperado de:  https://issuu.com/boletincecpan/docs/bolnum2    

Silva Pérez, R., & Fernández Salinas, V. (2015). Los paisajes culturales de Unesco desde la perspectiva de América Latina y el Caribe. Conceptualizaciones, situaciones y potencialidades. Revista INVI, 30(85), pp. 181-212. Recuperado de http://www.revistainvi.uchile.cl/index.php/INVI/article/view/892/1246#n17

Soto, L. (2018) Las sombras del turismo en los parrios de palafitos de Castro. Mondaca, E. Uribe, E., Henriquez, S. y Torres V. (Eds.) Archipiélago de Chiloé: Nuevas lecturas de un territorio en movimiento. (1° Ed., pp. 163-180) Castro: Editorial CESCH

Urbina, M. (2011) La proyección colonial de Chile a la Patagonia Insular en el siglo XVIII. Anuario de Estudios Americanos, 68 (2), pp. 599-622. Recuperado de: http://estudiosamericanos.revistas.csic.es/index.php/estudiosamericanos/article/view/551/555

Autor:

Jorge Inostroza. Arquitecto residente en Chiloé desde el 2013. Su trabajo como arquitecto desde en el mundo público y privado se ha ligado principalmente a iniciativas relacionadas a la gestión y conservación de patrimonio cultural del archipiélago. Desde Quiquel, Dalcahue, trabaja con el Colectivo Piño en proyectos de desarrollo rural, participación ciudadana e investigación, compartiendo su tiempo con el taller de arquitectura Tijeral, y una activa participación en el mundo gremial como Secretario de la Delegación Chiloé del Colegio de Arquitectos.

*Ilustración de portada: Marcos Riquelme Merino