Regenerando el futuro a través de la agricultura

Nuestros sistemas alimentarios están en crisis: pérdida de biodiversidad, contaminación del agua, obesidad, comunidades rurales enfermas y campesinos obligados a abandonar la tierra, son solo algunos de los impactos del actual modelo de producción y consumo de alimentos. La agricultura regenerativa propone transformar este modelo extractivista por uno donde se trabaja con la naturaleza y […]

Nuestros sistemas alimentarios están en crisis: pérdida de biodiversidad, contaminación del agua, obesidad, comunidades rurales enfermas y campesinos obligados a abandonar la tierra, son solo algunos de los impactos del actual modelo de producción y consumo de alimentos. La agricultura regenerativa propone transformar este modelo extractivista por uno donde se trabaja con la naturaleza y no en contra de ella, un sistema que propone regenerar suelo y replantearnos nuestras relaciones productor-consumidor, para así desarrollar sistemas alimentarios más justos, solidarios y sostenibles.

El siguiente artículo fue escrito por Jimena Covacevich, veterinaria y Máster en Medio Ambiente de la Universidad de Melbourne, dedicada al desarrollo rural y a la agricultura sostenible.

La Revolución que nunca fue verde 

El crecimiento económico global del siglo XX consiguió importantes avances sociales, sin embargo, este rápido desarrollo generó un cambio fundamental en nuestra relación con el entorno. Los seres humanos comenzamos a actuar divididos de la naturaleza, y no solo dejamos de comprenderla, sino que también comenzamos a destruirla. El capitalismo se nos implantó tan profundamente que lo que alguna vez fue nuestra Madre Tierra, se transformó en un recurso supuestamente ilimitado, que debía ser explotado para permitirnos crecer al mismo ritmo que el mercado. Las ciudades crecieron y los campos como tal comenzaron a extinguirse, se instalaron los mono cultivos, los transgénicos, los pesticidas y la efectividad garantizada de un mercado peligrosamente productivo. De a poco, se nos fue olvidando que los tomates crecen solo en verano y las naranjas en invierno, y que las gallinas solían correr libres en el campo mientras picoteaban pequeños insectos y al mismo tiempo fertilizaban la tierra. Las temporadas se transformaron en recuerdos, y la eficacia en realidad.

En los años 60, el acelerado crecimiento de la población trajo consigo hambruna y desnutrición. India sufría una fuerte crisis alimentaria y miles de personas morían de hambre cada día. Éste fue el escenario perfecto para que Estados Unidos impulsara un programa de ayuda humanitaria, importando a la India -gratuitamente- variedades híbridas de trigo y arroz diseñadas por el premio Nobel de la Paz Norman Borlaug, dando así comienzo a la “Revolución Verde”.  

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Con el desarrollo de esta nueva agricultura, debutaron las semillas híbridas, que aunque más resistentes y productivas, requerían riego, maquinarias, fertilizantes, herbicidas y pesticidas, y que además debían volver a comprarse año tras año. Este modelo ultra intensivo permitió salvar a muchos de la inanición, pero esta productividad no podía durar para siempre. Cambiamos una enorme diversidad por monocultivos, perdimos un 75% de diversidad en los cultivos en el último siglo, y reemplazamos procesos biológicos fundamentales por toneladas de insumos externos que aplicamos sin mesura.

Los campos se transformaron en extensas fábricas productoras de insípidos alimentos y los nuevos campesinos en especuladores que nunca comprendieron que la agricultura es parte y depende de todo un ecosistema. Mientras la industria se concentraba en conseguir verduras de larga vida, los suelos se erosionaban, los bosques desaparecían, las aguas se contaminaban y así miles de especies se extinguían. Incluso, nosotros mismos nos fuimos exponiendo día a día a los agroquímicos; volviéndose cada vez más frecuentes los casos de malformaciones fetales, lupus y de diferentes tipos de cáncer, por solo nombrar algunas de la enfermedades causadas por la exposición a los productos químicos usados en la agricultura.

Capturando carbono: poniendo las cosas en su lugar

Hoy por hoy, recordamos con nostalgia esos lejanos días en que las calles de Santiago se inundaban y nos estremecemos viendo al Amazonas arder pensando en cómo será el mundo que le tocará vivir a nuestros hijos. Es urgente que nos decidamos a hacer frente al cambio climático de una vez por todas. La agricultura industrial es responsable de casi el 25% de las emisiones de carbono actuales y, debido a la degradación del suelo, éste tampoco puede reabsorberse, liberándose a la atmósfera. Sin embargo, una de las herramientas más potentes que tenemos para revertir el cambio climático es cambiar la forma en que producimos y nos relacionamos con nuestro alimentos.

Así nace el concepto de agricultura regenerativa, un conjunto de principios y prácticas que integran a la ecología con la agricultura, y que contribuyen a revertir el cambio climático a través de algo tan simple y obvio: la restauración de la materia orgánica del suelo. 

De esta manera, la agricultura no solo extrae recursos, si no que promueve una regeneración del suelo a través de sus ciclos. Prácticas como el manejo holístico de pastoreo, la agroecología y labranza cero, entre otras, ven el suelo como un organismo vivo que respira, se alimenta, se reproduce, y que incluso se puede enfermar y morir. Cuando el suelo está “vivo” las bacterias, algas, hongos, protozoos, micro-artrópodos, lombrices, y cualquier otro organismo vivo convierten el carbono que las plantas han extraído de la atmósfera por medio de la fotosíntesis en materia orgánica, almacenando carbono en el suelo. Esta materia orgánica será el alimento para plantas que después serán el alimento de animales que nutren, oxigenan y fertilizan el suelo, en un maravilloso y coordinado ciclo que mejora a su vez la estructura del suelo, su fertilidad y retención de agua, lo que lo hace más resistente a las sequías.

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Asimismo, las plantas desarrollan raíces más profundas, lo que les permite absorber más nutrientes y producir alimentos más ricos y nutritivos, así este ciclo se hace infinito en beneficios, nuestro entorno es una máquina naturalmente perfecta. Hemos conseguido un control indiscutible en todo sentido de producción, pero a la vez, usando tantos químicos, no solo hemos conseguido matar malezas y plantas no deseadas. Finalmente, hemos terminado por matar a todos estos microorganismos vivos, transformando el suelo en una materia muerta y compacta, que pierde además su extraordinaria capacidad de secuestrar el carbono atmosférico.

Para la agricultura regenerativa es fundamental que el suelo siempre esté protegido por una cubierta vegetal, lo que lo resguardará de la erosión producida por el viento y la lluvia, evitará la evaporación del agua y atraerá insectos,  pajaritos y toda demostración de vida. Es por esto que después de la cosecha, en vez de limpiar y dejar el suelo descubierto, ses usan cultivos de cubierta como la avena y la alfalfa, que aportan nutrientes al suelo y lo protegen hasta la próxima temporada, almacenando también carbono y aumentando su fertilidad. También evitan el arado de la tierra, el cual genera una oxidación del carbono almacenado y destruye a las micorrizas e hifas, organismos que se asocian a las plantas para que estas absorban más agua y nutrientes, y así poder crecer más vigorosas. La agricultura regenerativa promueve la rotación de cultivos, la producción sin agroquímicos y la diversidad biológica, que es fundamental para la estabilidad de los sistemas y su resiliencia al cambio climático.

Otra práctica regenerativa es el manejo holístico, el cual postula que un pastoreo bien planificado tiene el potencial de regenerar el suelo, crear hábitat, mejorar los recursos acuíferos y promover el desarrollo rural. Según Allan Savory, un ganado que es manejado adecuadamente puede restaurar las praderas degradadas, ya que los animales al pisar, comer y defecar en las praderas mejoran la salud del suelo. 

La agroecología busca imitar la biodiversidad y procesos naturales de un ecosistema no intervenido. Haciendo esto, lograremos un sistema equilibrado, que nos permitirá conseguir un sistema alimentario diferente, un modelo alternativo que promueva la identidad, la cultura, la soberanía de las comunidades rurales, la justicia social, y donde se generen aparte relaciones cooperativas y solidarias entre los productores versus los consumidores.

La verdadera Revolución Verde: regenerando juntos el futuro

Alimentar una población mundial que para el 2030 alcanzará los 9 billones es una realidad. No podemos seguir haciéndolo bajo un sistema de agricultura que no funciona, que está matando un suelo que aparte esta siendo amenazado por un real y visible cambio climático. Entonces, debemos poner en practica una agricultura regenerativa que puede usar hasta un 45% menos energía y generar 40% menos emisiones de carbono. Incluso, en climas extremos estos cultivos pueden llegar a ser 40% más productivos que la agricultura convencional. La agricultura regenerativa es igualmente productiva y rentable que nuestra agricultura actual, ya que tiene la capacidad de producir suficientes alimentos, ademas de integrar aspectos sociales, económicos y ambientales.

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Actualmente, comprendemos las complejas relaciones entre la salud del suelo, de los ecosistemas, y la de nuestras comunidades. Entendemos que regenerar el suelo es fundamental para seguir alimentando a una población en crecimiento, así como para mantener el calentamiento global bajo los 2°C y detener la pérdida de biodiversidad. La mala noticia es que la transformación de los sistemas agroalimentarios requiere más que esfuerzos individuales. Los esfuerzos aislados no tienen suficiente impacto. La buena noticia es que somos muchos los que queremos un mundo diferente. Necesitamos urgentemente un cambio de comportamiento colectivo, la articulación entre distintos actores, un cambio cultural. Todos somos responsables.

Movilicémonos a través de la solidaridad y el amor, regeneremos la tierra, celebremos nuestra comida, plantemos, cuestionemos, seamos creativos, reconectémonos con la naturaleza y apoyemos a los que trabajan la tierra de sol a sol para producir nuestros alimentos. Hoy contamos con el conocimiento y las herramientas para cuidar el planeta y dejarle un mundo mejor del que recibimos a quienes vengan después. Comer es un acto político, organicémonos y actuemos.

 

Bibliografía

 

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