Buscando al sapo de Bullock en Nahuelbuta: una historia natural

Estas notas provienen de una expedición financiada en 2016 por el National Geographic Society, donde participé junto a Andrés Charrier, experto en ranas chilenas. El objetivo era encontrar al sapo de Bullock, Telmatobufo bullock, una rana extremadamente rara y única en términos evolucionarios, que además se encuentra amenazada con la extinción. También realicé dibujos que se […]

Estas notas provienen de una expedición financiada en 2016 por el National Geographic Society, donde participé junto a Andrés Charrier, experto en ranas chilenas. El objetivo era encontrar al sapo de Bullock, Telmatobufo bullock, una rana extremadamente rara y única en términos evolucionarios, que además se encuentra amenazada con la extinción. También realicé dibujos que se basan en bocetos realizados en terreno, en fotos y en mis recuerdos de la expedición.

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Un hábitat –o un paisaje- no es un mapa.  Un mapa es continuo, plano y en él todo está a la misma escala. Sin embargo, en la experiencia de buscar ranas  podemos comprender que el territorio puede ser algo opuesto a lo que estamos habituados. ¿Qué es el territorio? ¿Cómo se entiende? ¿Cómo se conectan, se formulan las experiencias de observación y testimonio? 

El viernes Andrés y yo tomamos un bus a las 9:30 de la mañana de Santiago a Concepción. Luego arrendamos una 4×4, y llegamos en la tarde a la casa de Mauricio, un amigo de Andrés, en Cañete. Mauricio es miembro de Nahuelbuta Natural (NN), la ONG con que estamos colaborando.

El sábado nos juntamos con Edgardo, otro miembro de NN y amigo de Andrés.  Pasado la localidad de Purén, subimos unos caminos de tierra sinuosos por la cordillera de Nahuelbuta.  La cordillera entera, por lo que se puede ver, está cubierta de plantaciones de pino y eucalipto. Continuamos a Butamalal. Acá, las plantaciones se han cortado recién y el efecto es de desolación total. Paramos y caminamos al río, que encontramos después de perdernos un poco.  Encontramos dos ranas de Darwin.

Edgardo me cuenta los desafíos de NN.  Como son todos voluntarios, tienen poca capacidad.  Principalmente coleccionan datos de la distribución de especies. Dice que les gustaría escribir descripciones de los hábitats de las ranas, lo cual ayudaría a guiar su búsqueda.

Domingo, Andrés y yo estábamos en un lugar entre San Ernesto e Ilicura.  Nos perdimos buscando un sector del río donde una colega de Andrés, –Virginia– había encontrado unos sapos de Bullock en el pasado.  Paramos a pedir direcciones en una casa, y un joven de unos 16 años ofrece mostrarnos el camino, así que nos fuimos con él.  Nos pregunta si la presencia de estas ranas podría detener la represa. En las paredes de su casa y de los vecinos vemos afiches de protesta en contra de esta.  Le decimos que no es tan simple, que probablemente no. 

En el camino, la ruta estaba bloqueada por una camioneta con 3 o 4 tipos que saltaron de la camioneta e intentaron lazar a una vaca y su ternero. Uno tenía un peinado y un chaleco de polo cuico, el otro era pelado –aparte de una franja de pelo rubio largo y descuidado por atrás– y vestido con grandes pantalones que me hicieron pensar vagamente en un payaso.  Correteaban, tirando lazos con urgencia y velocidad.  El ternero corría en una dirección, y la vaca en otra, y los hombres saltaron dentro la camioneta que se alejaba apuradamente, y el tipo con la franja de pelo aferrándose al exterior como si fuera un escape a alta velocidad. 

Encontramos la zona adecuada del río, dejamos al joven en su casa y partimos de vuelta.  Las vacas y la camioneta habían desaparecido.

Durante todo este tiempo, desde la mañana, había llovido mucho.  Esperábamos que, siendo un día tan húmedo, podríamos ver ranas andando por el suelo y no escondidas. 

Cerca de un pequeño riachuelo que alimenta el río, busqué bajo unas rocas cuando vi, sentado quieto en el suelo, un sapo de Bullock en estado metamórfico, con cola.  Marcamos el sitio con GPS y tomamos muchas fotos. 

Sapo de Bullock en estado metamórfico.  Foto: Andrés Charrier

El lunes regresamos a Butamalal.  Nos perdimos intentando buscar el lugar al que habíamos ido el otro día.  Desde el sábado habían estado reorganizado las rumas de eucaliptos y todo se veía diferente.

Por el camino encontramos unas ranas de Darwin pequeñitas y a un adulto maduro.  Andrés me muestra que se trata de un macho embarazado. El macho encuentra y se traga los huevos y los guarda en un saco en su garganta. Atraviesan toda la metamorfosis allí, y luego emergen como ranitas pequeñitas.

Al final del camino encontramos un bosque que había sido talado ilegalmente.  Andrés quiso descender al río donde pensaba encontrar más ranas: la pendiente se puso cada vez más empinada, y el bosque cada vez más denso.  El suelo del bosque estaba cubierto por una capa espesa de hojarasca, y muchos de los árboles estaban cubiertos por abundantes musgos. 

Intenté evitar resbalar y caerme, afirmándome en los troncos de árboles y en colihues.  Habían unos troncos caídos podridos que no me aguantaban, pero muchas enredaderas me contenían constantemente por la cintura o por los pies, y no me caí.  Después de una hora de descenso, decidimos que no era posible llegar al río.  Regresamos.  Subir era igualmente difícil—me agarré de las raíces que emergen de la pendiente, formando una especie de manilla—pero así me pareció más rápido. 

Mauricio luego nos comentó, tomando once, que estuvimos en una propiedad privada y que entonces no podemos denunciar la tala ilegal del bosque nativo. 

Buscar ranas es muy entretenido.  No hay un método en realidad, lo que lo hace relajante.  Uno va caminando, buscando troncos caídos y rocas que dar vuelta.  Debajo de ellas se encuentran muchas especies interesantes—grillos gigantes, escorpiones pequeñas, cien pies, mil pies, lombrices, larvas, hormigas y huevos de hormiga, una lagartija…También me gusta pensar en buenos tipos de hábitat para las ranas. Miro la hojarasca y los lugarcitos donde corre el agua o donde está calma, y pienso en qué harían las ranas allá. 

Hoy, martes, fuimos al Parque Nacional Nahuelbuta.  Por el camino paramos en Cuyucupil para comprar algo que comer en una tienda, y había un chino hablando en chino por celular, creo que era el dueño de la tienda.  Me pregunté por su vida en esta aldea de Cuyucupil.

También paramos a buscar ranas por el lado del camino.  Paramos cerca de un puente de madera que cruza un riachuelo.  Con su vegetación colgante y rocas cubiertas de musgo en un lecho poco profundo, me pareció un lugar excelente para encontrar estas criaturas. 

Miraba dentro de las grietas de una pequeña muralla de piedras al lado del puente, cuando vi una gran cara de rana mirándome desde entremedio.  Andrés notó que era una enorme Alsodes barrioi, una rana en peligro de extinción, y quiso sacarle una foto.

Entonces empezó a remover una de las grandes piedras de la muralla donde se escondía la rana. Y cuando sacó la piedra, la cual  tenía en sus manos, la rana, muy linda con sus manchas color café, se sentó quieta y expuesta, y la miramos.  Empecé a sacarle una foto cuando de repente saltó, con sus patas volando en cuatro direcciones.  Buscamos el lugar donde había caído, en todos las grietas y los huecos, en todas las direcciones imaginables y casi frenéticamente, pero fue imposible volverla a encontrar.

Continuamos al Parque Nacional.  A medida que subimos, aparecieron los pehuenes, ¡y de repente todo estaba cubierto de líquenes!  Los verdes contrastantes y las texturas de los árboles esclerófilos pequeños, los pehuenes escamosos, el colihue y los líquenes (barbudos, planos, etc.) tuvieron un efecto bello y encantador.  Dimos vuelta muchos troncos caídos y piedras por el camino, y encontramos a unas pequeñas Alsodes.

El Miércoles manejamos a otro valle por arriba en la cordillera, partiendo de Antiguala.  En este momento comienzo a entender la geografía, formada por valles angostos y planos, donde se han hecho asentamientos lineales con algunas vacas y campos de papas.  Hay varios ríos pequeños y poco profundos alimentados por muchos riachuelos que bajan de la cordillera.

Paramos en varios lindos fragmentos de bosque nativo con mucha madera muerta y hojarasca profunda.  Parecía perfecto para las ranas, pero encontramos solamente 3 Eusophus.  Una saltó justo entre mis pies, y mientras la alcanzaba para capturarla, se esfumó.  Pasé 10 minutos buscándola debajo de cada montículo de hojarasca, pedazo de madera muerta y planta, por allí pero no había ninguna rana, como si hubiera tenido acceso a un portal hacia otra dimensión. 

Seguimos los puntos donde antes Edgardo había encontrado los sapos de Bullock, pero no había señal de ellos.  Andrés dice que antes había muchas ranas por acá.  Pensamos que ha estado demasiado seco para ellas. 

Esa noche, habíamos sido invitados – junto a otra amiga que estaba visitando a Mauricio quien vino con sus hijos–, a un ngillatún, la ceremonia Mapuche.  La comunidad Mapuche celebra la compra de una tierra al oeste de Cañete, no lejos del océano.  Cuando llegamos, era de noche y unos hombres estaban terminando de arreglar unos árboles pequeños o grandes ramas y unas frondas de helecho gigante, en un puesto. 

Empieza una música de kultrún y dos instrumentos más (no sé cómo se llaman), un cuerno grande en espiral, y uno más pequeño de cacho.  Hay campanas también. Es un sonido celebratorio.  La gente se junta alrededor del arbolito.  Me quedo atrás para observar.  Tocan los instrumentos mientras bailan una marcha con ritmo de dos tiempos alrededor del arbolito. 

No puedo distinguir cuál de las viejitas es la machi.  Pero escucho su voz que canta o proclama frases en Mapundungún, siempre precedidas por un sollozo o una respiración sibilante. A veces una voz de hombre responde o pregunta. La gente grita y celebra y agita pequeñas ramas.  Dos hombres tienen en sus manos frondas de un helecho gigante.  A veces alguien, no veo quién, sacude al arbolito, que tiembla mientras la multitud agita ramas y exclama. 

Oigo a uno de los niños con los que llegamos decir que su profe en Valparaíso le había dicho que ya no hay Mapuches.  Mauricio le dice, “Puedes decirle a tu profe que estuviste en un ngillatún y que había muchos Mapuches.”  ¿Y si no me cree?” responde.

Vamos al Monumento Nacional Contulmo.  Habían varios helechos gigantes entre los árboles, y mucha hojarasca.  Encontramos un Eusophus contulmensis.  Mientras Andrés daba vuelta la hojarasca que estaba al lado del camino, yo lo seguí, dándola vuelta otra vez.  Dada la sequía, la pérdida dramática de bosque, y el número muy pequeño de ranas que encontramos, me parece sumamente importante no perturbar el hábitat de las ranas. 

En la noche fuimos con Edgardo a buscar ranas en un humedal.  Habíamos estado aquí una noche anterior, sin embargo nos perdimos, tanto que al llegar como al irnos—las casas que surgían ante las luces del auto, las murallas de zarzamora, múltiples caminos de tierra cruzando riachuelos y no yendo donde debían, como si fueran hacia otro lado después del anochecer.  Esta vez Edgardo supo llegar.  Exploré el tubo de humedal que se forma gracias a la luz de mi lámpara de cabeza, saltando entre puntos sólidos, pero no vimos ranas, aunque Andrés realizó registros sonoros de sus cantos. 

Epílogo: Andrés regresó con Edgardo al lugar donde encontramos el sapo de Bullock -lugar que será inundado para una represa – y encontraron muchos ejemplares más. Organizamos un curso de capacitación para voluntarios locales para ojalá ayudar a NN en sus actividades de monitoreo.  Con los fondos de la National Geographic Society además compramos materiales para ayudarles a caracterizar los hábitats de las ranas. 

Agradezco a Ernesto Feuerhake por su ayuda con la traducción.

Fotografía de portada: Andrés Charrier