Ciencia de la Invasión: repensando las especies invasoras

Si hay un aspecto del antropoceno que permea el registro ecológico es el concepto de pérdida. La evidencia de esto se satura con extinciones masivas, la desaparición de glaciares, la deforestación y las poblaciones que se vuelven vulnerables. Hasta la estratigrafía de la Tierra nos cuenta sobre el cambio que causan las economías industriales y capitalistas, revelando que los nuevos ensamblajes de vida dependen del desplazamiento y pérdida de otros (Ogden, 2018).
Los nuevos ensamblajes de vida dependen del desplazamiento y pérdida de otros. © Matt Palmer

Durante décadas, las especies invasoras se han identificado y tratado como una causa central en las discusiones de afectaciones a ecosistemas por cambios antropogénicos. En un mundo cambiante, lleno de procesos complejos y dinámicos, los debates conceptuales sobre las especies nativas versus las especies invasoras desafían los enfoques tradicionales de la biología de la conservación. En este debate ha nacido la biología de la invasión, ciencia que se dedica al estudio de las consecuencias de una especie invasora en un ecosistema (Peretti, 1998). 

Pero, ¿en qué punto una especie invasora se vuelve destructiva? Y, ¿qué ocurre cuándo no lo son? Desmantelar el problemático paradigma de las especies invasoras no sólo trata del enfoque en la conservación de un ecosistema, sino que involucra también abordar las incertidumbres creadas sobre cómo mejor servir a la Tierra en este luto ecológico.

Un malentendido común es la suposición de que todas las especies que no son endémicas son invasoras. © Mert Guller

Para entender más a fondo ésta problemática, lo primero es exponer de dónde se origina la definición de especie invasora. Un malentendido común es la suposición de que todas las especies que no son endémicas son invasoras. En realidad, son especies introducidas; ésta categoría incluye cualquier especie que esté fuera de su hábitat natural debido a acciones humanas directas o indirectas (Kopnina & Coghlan, 2022).

Las especies invasoras también se les puede conocer como especies de “cambio de rango”. Los ecólogos pronostican que el cambio climático genere alteraciones masivas en los hábitats de estas especies que dará lugar a la reorganización en ecosistemas de formas difíciles de predecir. Las migraciones son fundamentales para la capacidad de sobrevivencia de las especies dentro de estas alteraciones.

Diásporas y Migraciones

El miedo a la migración no está aislado a los seres humanos. Nos enfrentamos a la subjetividad del nativismo cuándo cuestionamos el origen y movimiento geográfico de una especie. Durante décadas, las especies invasoras han sido una estructura definitoria dentro de políticas de conservación ambiental. Comúnmente, el presupuesto y fondos económicos han sido dirigidos al exterminio de éstas especies. A pesar de que muchos biólogos señalan que la mayoría de las especies introducidas no se vuelven problemáticas (Wallach et al, 2018). 

“Una creciente comunidad de científicos y filósofos ambientales cuestiona si un concepto definido por el origen geográfico de una especie captura la complejidad ética y ecológica de la vida en un planeta que está en constante cambio. En este siglo, no hay un ecosistema que esté intacto”.

Una creciente comunidad de científicos y filósofos ambientales cuestiona si un concepto definido por el origen geográfico de una especie captura la complejidad ética y ecológica de la vida en un planeta que está en constante cambio. En este siglo, no hay un ecosistema que esté intacto. Un ejemplo de una diáspora de especie invasora son los castores canadienses que fueron introducidos a Tierra del Fuego en 1946. Décadas después de casi extinguirse en Norte América, se importaron veinte parejas de castores a Tierra del Fuego con la esperanza de establecer un comercio de pieles. Ahora, hay más de cien mil castores en el archipiélago (Ogden, 2018).

Una idea científica que envuelve esta noción son los nuevos ecosistemas, o también conocida como “la nueva naturaleza”. Este concepto se refiere a los ecosistemas que han surgido, intencionalmente o no, a través de introducción de especies por acciones humanas. En Tierra del Fuego, un nuevo ecosistema está naciendo. Los castores se reprodujeron lo suficiente para consumir los bosques de Nothofagus, creando presas y estanques.

Aunque han terminado con las áreas boscosas, también han sido benéficos para especies marinas y acuáticas. El paradigma de las especies invasoras carece de matices, historia y política. Cuando lo entendemos por medio de una diáspora –comprendiendo la complejidad de la presencia de una especie– y del hecho de que fueron trasladados ahí, podemos darle un discernimiento más completo. Cómo sucede con todas las diásporas, la cuestión del origen y la pertenencia se ve afectada por las formas en las que el pasado y el presente se rehacen y se informan mutuamente. 

“El paradigma de las especies invasoras carece de matices, historia y política. Cuando lo entendemos por medio de una diáspora –comprendiendo la complejidad de la presencia de una especie– y del hecho de que fueron trasladados ahí, podemos darle un discernimiento más completo”.

De Dicotomías

El ecólogo inglés, Charles Elton, hizo énfasis en las especies introducidas y no nativas en su libro La Ecología de las Invasiones por Animales y Plantas argumentando que existe un lugar, o un nicho, para cada especie en el planeta dónde pueden evolucionar para sobrevivir. Hay algunas especies no nativas, sin lugar a dudas, que son detrimentales a los ecosistemas que llegan. Y esto puede ser aún más notorio en ciertos ecosistemas, como los de islas o regiones montañosas que son más vulnerables porque su grado de endemismo es alto (sus especies nativas evolucionaron de una forma más aislada) (Elton, 1958). 

La cuestión de los beneficios que puede traer una especie invasora ha abierto un debate emocional en la comunidad científica. El enfoque tradicional se centraba en la idea de que cualquier especie externa a un ecosistema solamente podría traer consecuencias negativas. Sin embargo, en la última década, se ha discutido posibles escenarios dónde una especie no nativa traiga beneficios a un ecosistema. Se recopilaron datos dónde más de 100 especies han tenido impactos positivos: tortugas gigantes en las islas Mascareñas (este de Madagascar), ostiones no nativos que limpiaron el agua en la costa de Holanda, y aves introducidas en Hawai que contribuyen a la dispersión de semillas dada la extinción de aves nativas (Vimercati et al, 2022).

En la última década, se ha discutido posibles escenarios dónde una especie no nativa traiga beneficios a un ecosistema. Un ejemplo son las tortugas gigantes en las islas Mascareñas. © Dan Maisey

Durante décadas desde 1960, se ha presentado un poco de sesgo inconsciente en la investigación sobre este tema. La atención y energía se ha centrado en los impactos negativos y por ello se ha acumulado una gran cantidad de datos que reafirman esto en ciertos casos. Ahora, la falta de datos sobre impactos positivos está abriendo un vacío dónde quizás en el pasado simplemente se habían pasado por alto (Elbein, 2022).

Reconocer los impactos positivos potenciales no elimina los negativos y lo contrario también es cierto. Las interacciones de los organismos introducidos con los ecosistemas nativos son complejos. Para entenderlo, debemos adoptar una visión más holística que nos ayude a tomar mejores decisiones de manejo y de perspectiva. A medida que más especies son desplazadas, surgen nuevos dilemas, pero el segundo hogar de una especie puede ser el único que tenga.

Un Nuevo Paradigma

La antropóloga Anna Lowenhaupt Tsing, en su etnografía sobre los matsutake –el hongo más valioso del mundo y al mismo tiempo una ‘hierba’ que crece en bosques afectados por humanos en todo el hemisferio norte–, dice, “Para los seres vivos, las identidades de las especies son un lugar para comenzar, pero no son suficientes: las formas de ser son efectos emergentes de los encuentros”. El lente biológico de una especie puede volverse limitado para comprender la igualdad y diferencia entre un origen y un nuevo hogar, así como las pérdidas y el cambio que sucede en el mundo (Tsing, 2015). La vida brota de situaciones dónde especies se enredan con otras especies y dan lugar a nuevos ensamblajes.

“Para los seres vivos, las identidades de las especies son un lugar para comenzar, pero no son suficientes: las formas de ser son efectos emergentes de los encuentros” (Anna Lowenhaupt Tsing).

Si definimos un nuevo paradigma sobre las especies invasoras, éste tendría presente una regulación sobre ellas como inocentes hasta probar sus efectos detrimentales. Al igual que implementar más consistencia y claridad en el campo de la conservación sobre qué constituye el término ‘invasor’. Y dentro de las políticas, se vuelve de suma importancia poner más énfasis en formas alternativas, justas y compasivas para abordar las amenazas ecológicas causadas por especies no nativas (Kopnina & Coghlan, 2022).

Necesitamos un paradigma sensato sobre las especies no nativas que nos permita dejar de intentar controlarlas. Un manejo selectivo con reconocimiento que hay especies y hábitats vulnerables específicos que necesitan intervención, pero al mismo tiempo que permite que algunas áreas pasen por una sucesión, por más desordenado que parezca. Todo esto con un enfoque de centrarnos en estabilizar y reducir la perturbación. 

Necesitamos un paradigma sensato sobre las especies no nativas que nos permita dejar de intentar controlarlas. © Will Tarpey

En la naturaleza, no hay categorización. La vida es cambiante y adaptable, dinámica y regenerativa, y está en un constante desplazamiento. No existe una visión subjetiva de bueno y malo, invasivo o nativo, simplemente existen especies que se mueven y que encuentran su lugar, formas de adaptarse, y finalmente, sobrevivir. 

Este síntoma de pérdida en el registro afectivo crea un espacio de vacilación que nos permite considerar las formas en que valoramos la vida no humana. Y más allá de eso, que nos cuestiona sobre nuestra subjetividad y la ética con la que interpretamos la naturaleza.

Referencias

Elbein, A. (2022) Bucking Convention to Track the Upside of Invasive Species. Disponible en: https://undark.org/2022/09/28/bucking-convention-to-track-the-upside-of-invasive-species/

Elton C. S. (1958) The ecology of invasions by animals and plants. Methuen. Londres.

Errazuriz, M. Y. (2019) La amenaza del castor: los impactos de la especie exótica más dañina en el país. Disponible en: https://laderasur.com/articulo/la-amenaza-del-castor-los-impactos-de-la-especie-exotica-mas-danina-en-el-pais/

Griffiths, C. J., Hansen, D. M., Jones, C. G., Zuël, N., & Harris, S. (2011) Resurrecting extinct interactions with extant substitutes. Current Biology, 21(9), 762–765. https://doi.org/10.1016/j.cub.2011.03.042

Kopnina, H. & Coghlan, S. (2022) Invasion biology and its discontents. Human su- premacy, language, and animal treatment. Visions for Sustainability, 18, 01-28. http://dx.doi.org/10.13135/2384-8677/6512

Ogden, L. (2018) The Beaver Diaspora: A Thought Experiment. Environmental Humanities, 10(1), 63–85. doi: https://doi.org/10.1215/22011919-4385471

Peretti, J. H. (1998). Nativism and Nature: Rethinking Biological Invasion. Environmental Values, 7(2), 183–192. http://www.jstor.org/stable/30301628

Tsing, A. N. (2015) The Mushroom at the End of the World: On the Possibility of Life in Capitalist Ruins. Princeton, NJ. Princeton University Press. 

Vimercati, G,. Probert, A.F., Volery, L., Bernardo-Madrid, R,. Bertolino, S., et al. (2022) The EICAT+ framework enables classification of positive impacts of alien taxa on native biodiversity. PLOS Biology, 20(8). https://doi.org/10.1371/journal.pbio.3001729

Wallingford, P.D., Morelli, T.L., Allen, J.M. et al. (2020) Adjusting the lens of invasion biology to focus on the impacts of climate-driven range shifts. Nat. Clim. Chang. 10, 398–405. https://doi.org/10.1038/s41558-020-0768-2

Wallach, A. D., Lundgren, E., Batavia, C., Nelson, M. P., Yanco, E., Linklater, W. L.,  et al. (2019) When all life counts in conservation. Conservation Biology. doi:10.1111/cobi.13447

Imagen de portada: Acacia dealbata, especie de aromo nativo de Australia y considerada invasora en Chile. © Constanza López