El realismo especulativo de Paul Rosero

Curioso, inquieto, soñador, reflexivo y muy perseverante son los adjetivos que se vienen a la mente luego de una larga conversación con Paul Rosero Contreras, artista conceptual ecuatoriano que trabaja con información biológica y social, y quien pareciera no tener límites a la hora de llevar a cabo sus ideas.  Rosero trabaja a partir de […]

Curioso, inquieto, soñador, reflexivo y muy perseverante son los adjetivos que se vienen a la mente luego de una larga conversación con Paul Rosero Contreras, artista conceptual ecuatoriano que trabaja con información biológica y social, y quien pareciera no tener límites a la hora de llevar a cabo sus ideas. 

Rosero trabaja a partir de diversas narrativas, explorando temas relacionados con geopolítica, naturaleza y la relación entre el ser humano y los ecosistemas. Sus obras se han presentado en diversas bienales y exposiciones alrededor del mundo. Fue uno de los artistas que participó en Poligonal Nº2: Diálogos de creatividad + acción social por el planeta, un foro internacional organizado por Fundación Mar Adentro, desarrollado en diciembre de 2019 en el Centro de Extensión del Instituto Nacional.

Retrato Paul Rosero, 1era. Bienal Sur, 2017 ©Mauro Franceschetti

En aquel encuentro, Paul Rosero C. explicó algunos de sus proyectos en los que mezcla arte y biología. Uno de ellos fue ¡Arriba!, trabajo de arte e investigación con el que fue partícipe de la 57° edición de la Bienal de Venecia. Una obra que propone la posibilidad futurista de cultivar plantas tropicales en ambientes extremadamente fríos, para la cual ubicó un árbol de cacao contenido en una cápsula climatizada en lo alto del glaciar de Bahía Paraíso de la Antártida (existente hace cinco mil años). Así, dos elementos naturales muy disímiles se unieron para producir imágenes que dan cuenta de una nueva forma de cultivo después de un cataclismo ambiental, como también de un juego del tiempo, donde pasado y futuro se mezclan en el ahora. 

¿Cómo se desarrollan habitualmente tus procesos creativos? 

No tengo un método específico, los incentivos vienen de diferentes ideas, motivaciones o momentos. Por ejemplo, con los panelistas de Poligonal encontramos un montón de cosas en común y cuando estoy con personas con las cuales tengo cosas en común es inspirador para mí, entonces empiezan a surgir ideas. 

¿Qué encontraste en común con ellos? 

Al conversar con Andrés Briceño de FabLab Santiago, me comentó que tiene un proyecto sobre el Cybersyn (proyecto futurista del gobierno de Allende).  Entonces, me puse a pensar en la teoría del panóptico popularizada por Michel Foucault, porque el cuadro de control del Cybersyn es un lugar donde puedes ver a la distancia todo lo que pasa en un territorio, es como estar arriba de una cárcel para ver todo, es como “la mirada de Dios”; una mirada que ha sido construida históricamente y que está relacionada con la idea de poder.  Eso me interesa mucho. De hecho, estoy haciendo un proyecto que se llama El pensamiento de las plantas, que se basa en eso; una mirada que al principio se generaba utilizando globos aerostáticos para subir y ver, y ahora, drones o cámaras trampa. 

Impresiona ver la cantidad de proyectos en los que estás involucrado, como también la perseverancia con que trabajas, por ejemplo, todo lo que implicó el proyecto ¡Arriba! ¿Cómo lo haces?

Yo sufría de hiperactividad cuando niño y cuando crecí pude canalizar esa energía en hacer diversas cosas. No puedo apagar mi cerebro muy bien, de hecho, no duermo tanto. Soy muy curioso y trato de buscar conexiones. Tengo varios proyectos en marcha siempre, porque no considero que mi obra está terminada. De esta forma, tengo un proyecto, luego me inspira otro y después esos abren una puerta para otra cosa. Además, hay varios proyectos que no los puedo hacer por diversas razones, entonces quedan ahí hasta que después los retomo. La idea de la Antártida empezó el 2011 y todavía no se acaba, tiene distintos capítulos y siguen pasando cosas. 

El origen del color ©Paul Rosero

O sea, tus proyectos están muy interconectados…

Sí, son proyectos que tienen nombres y después se contaminan entre ellos, por ejemplo, el que mostré en Poligonal -el de dos pantallas- es la unión de tres tipos de videos. Uno que hice el 2016, otro el 2018 y el material de archivo es del 2019, entonces, sigo pensando en cosas. No es como pintar. Cuando pintas, después de un día, una semana o un mes, piensas que deberías dejar de poner trazos. En mi caso no es así, porque hay tanta información en el mundo que necesitas años de años para investigar, relacionar y sacar conclusiones para hacer cosas, es por eso que no se trata de productos sino de procesos. 

Tu trabajas muy de cerca con la ciencia, en especial con la biología: ¿Cómo sientes tú que se potencia la ciencia con el arte, y no al revés, como muchas veces se habla? 

Yo creo que el arte no tiene que estar subordinado a la ciencia. Eso es un error que suele pasar cuando se cree que el arte debe ayudar a ilustrar o a difundir el trabajo científico.  Cuando fui a la Antártida los científicos pensaban que el trabajo de los artistas era documentar el trabajo científico para difundirlo, pero les expliqué que yo iba ahí para hace mi propia investigación y luego de contarles algunos proyectos me entendieron. 

Trato de trabajar con una pregunta sobre la vida o un misterio, y de pronto encuentro a un científico que está preguntándose sobre lo mismo y empatamos, pero en un mundo horizontal. Él o ella no es más que yo y yo tampoco más que ellos. Somos dos humanos buscando lo mismo e investigando algo que nos interesa, esa para mí es la relación. Creo que la ciencia visionaria es la que rompe paradigmas y tiene atrás una persona creativa, lo mismo que en el arte. Ambos tienen una gestión de la creatividad. 

Dices que tu trabajo tiene más que ver con la biología que con el medio ambiente ¿Por qué?

Sí, porque ¿qué es el medio ambiente? La ciudad es medio ambiente, las metrópolis, la playa, una isla. Para mí la idea del medio ambiente es casi como la dicotomía de pensar en el ser humano y la naturaleza como algo separado. La biología más bien transita todo. 

¿Podrías decir que tu trabajo aborda la crisis climática de una manera implícita al retratar una mirada post antropocentrista?

Sí, es una buena lectura. Pero a mí no me gusta pensar en crisis, creo que siempre estamos en crisis, desde que nacemos, es parte de nuestra sangre. Ahora estamos sentados aquí en Santiago y ya sabemos lo que está pasando. Poner la palabra crisis en el discurso me suena como redundante, ya no la uso en mi discurso. Y cambio climático tampoco la menciono, solo lo hago de manera muy puntual cuando necesito explicar algo de mi obra. Suelo tratar de mostrar esos conceptos a través de los proyectos mismos, porque para mí el nombrar es muy fuerte, por lo tanto, prefiero buscar un lenguaje que hablé más allá de lo textual. 

¿Cómo se refleja el realismo especulativo en tu obra? 

La obra ¡Arriba! de una planta de cacao en la Antártida es realismo especulativo. Hay una realidad, lo hice, no es una imagen montada en Photoshop, sino que fue un año de trámites para llevar una planta del centro del planeta (Ecuador) al Polo Sur, ahí está el realismo. Lo especulativo se da en pensar que esa planta puede crecer ahí en el futuro. Así, a partir del mundo real, puedes crear un montón de otros mundos. Entonces, desde ese punto de vista la especulación o la imaginación en general es un insumo para provocar cosas. Tratar a través de esa especulación buscar esperanzas. Por ejemplo, en el arte que tiene que ver con la ecología y el medio ambiente, hay mucho que es desesperanzador y lo único que hace es replicar lo que te dicen las noticias. En ese sentido, es puramente informativo, didáctico y, en el fondo, repetitivo. 

Proyecto ¡Arriba! ©Paul Rosero

¿Concibes el arte sin interdisciplinariedad o transdisciplinariedad?

Para mí no, pero para otras personas sí. Yo soy profesor y no les puedo exigir a mis alumnos que sean como yo. Creo que tengo que dar a mis estudiantes recursos sobre sus propios intereses, pero no les puedo pedir que trabajen de determinada manera. En mi experiencia como educador he tratado de entender las distintas perspectivas de mis estudiantes y eso me parece también una forma de enriquecerse como persona, porque ves un montón de realidades.

En Poligonal hablaste algo de tu conexión con la espiritualidad, los pueblos originarios y de chamanismo: ¿cómo se refleja esto en tus trabajos? 

Creo que hay una delgada línea entre caer en el folclorismo y producir imágenes, por ejemplo, te puedo mostrar esta planta de cacao en la Antártida y es neutra, es totalmente conceptual. Pero yo no intento que digas que esa planta es de Ecuador. Lo que mencionas es previo, corre en mí, es parte de mi cuerpo. He tenido visiones que también me van mostrando cosas que me hacen sentido, por ejemplo, trabajar con el micelio y eso lo mezclo con información científica.  

¿Cuál ha sido tu proyecto más desafiante de estos últimos años?

El proyecto de Galápagos fue muy desafiante, inclusive más que el de la Antártida, ese me cambió la vida, pero seguí siendo artista, en cambio el de Galápagos me cambió todo. Ahora tengo una escuela, una oficina con mi nombre, horario, antes nunca. 

Para desarrollar el proyecto de Galápagos comentaste que tuviste que ingresar a  la universidad con el objetivo de poder investigar, ¿cómo fue eso?

Sí, porque estaba haciendo un primer video arriba del agua en Galápagos y para eso no requiere permisos, pero después quería ir a otro lugar y me dijeron que si no era parte de una universidad era muy difícil que me dieran los permisos. Entonces, le dije al encargado del parque que daría clases en la Universidad de San Francisco y me contestaron que ese era mi camino, porque ellos trabajan con esa universidad todo el tiempo, hacen una evaluación de los proyectos y luego de eso aprueben los permisos. Eso fue en el 2016 y en enero del 2017 ya estaba dando mi primera clase de arte, ciencia y tecnología. Ahí entré como tiempo parcial y no podía obtener fondos, entonces lo postulé con científicos y ganamos. Era primera vez que un proyecto de arte ganaba los fondos de ciencia. Luego de eso, el decano de arte me dijo que quería que trabajara allí. Para mí ha sido increíble porque tengo muchos científicos alrededor. 

Llegaste en un momento convulsionado en Chile, ¿cuál es el desafío del arte en estos momentos de búsqueda de transformación frente a la crisis social? 

El arte como cualquier otra cosa es parte de eso, tiene un rol social. Si en la revuelta hay un sociólogo, hay un filósofo, un economista que puede dar ideas y un artista que dice hagamos tal cosa en vez de estar solo gritando, es lo que debe ser. Cada uno tiene que aportar a la discusión desde su punto de vista. Una de las cosas que siempre digo es que el trabajo artístico es un trabajo, no es un don, eso ya pasó. Evolucionamos, un artista es un trabajador, un agente cultural y social donde su pensamiento tiene que estar en congruencia con lo que pasa en un momento histórico, asimismo, por eso yo trabajo con tecnología:  ¿por qué no utilizarla para hacer tu arte?, todo eso está aquí y es parte de lo que estamos viviendo en estos momentos, entonces, ¿por qué limitarse a lo uno u a lo otro, simplemente hay que hacerlo con respeto, con inteligencia y tratando de alimentar de alguna manera, de sumar, no hacer solo bulla.