Ediciones Colaborativas: El arte de hacer en conjunto

Por Sandra Marín Artista y Diseñadora editorial , Sandra Marín está vinculada a la divulgación de nuevas prácticas docentes y educativas inscritas en el Arte Contemporáneo junto a comunidades locales. Es directora de la plataforma Estudio Repisa, desde la cual activa proyectos que reflexionan y fabrican material para la convergencia docente en conjunto con los […]

Por Sandra Marín

Artista y Diseñadora editorial , Sandra Marín está vinculada a la divulgación de nuevas prácticas docentes y educativas inscritas en el Arte Contemporáneo junto a comunidades locales. Es directora de la plataforma Estudio Repisa, desde la cual activa proyectos que reflexionan y fabrican material para la convergencia docente en conjunto con los estudiantes que habitan las aulas en sus formas, disciplinas o materias diversas.

En esta interesante colaboración ella nos habla de las posibilidades del Fanzine como una enciclopedia abierta, su potencial creativo y de colaboración comunitaria en el contexto de nuevas e inclusivas prácticas editoriales.

Laboratorio Editorial Nómade. Crédito: Sandra Marín

Comencemos con una cita: “Cyrano celebra la unidad de todas las cosas, inanimadas o animadas, la combinatoria de figuras elementales que determina la variedad de las formas vivientes, y sobre todo transmite el sentido de la precariedad de los procesos que las han creado, es decir, lo poco que faltó para que el hombre no fuera hombre y la vida, vida, y el mundo un mundo”.

Este pasaje figura en el libro de Ítalo Calvino “Seis propuestas para el próximo milenio”, donde ilustra y realza la bondad de la precariedad y la ecuación que se arma gracias a un polinomio de ideas, saberes, historias, deseos y preguntas que habitan la humanidad.

¿Cómo enlazamos, fortalecemos y creamos proyectos con contenido colectivo y creativo, que si bien se codeen con la tecnología, sean capaces de trabajar en el presente fáctico material que nos recibe?

Estación Editorial en Museo Nacional de Bellas Artes. Crédito: Benjamin Matte

En la contemporaneidad, el libro puede ser inmaterial o interactivo-digital (como es el caso de los ebooks y audiolibros) que – pensando en la horizontalidad de conocimientos – son una herramienta magnífica, libre y al alcance de todos. Pero, ¿y si no sabemos cómo buscarlos? ¿Qué es lo que voy a leer? ¿Y si ya no nos interesa leer?

Hoy la simultaneidad de elementos es algo permanente en nuestras vidas, nuestro estado “en red” nos configura como seres con posibilidades en Chile, en Japón o Ruanda. Sabemos que podemos estar al corriente de lo que está pasando en esos lugares e incluso relacionarnos con sus habitantes a través de alguna plataforma online, mail, chat, RRSS, etc.

Sin embargo, levantar esas mismas relaciones interpersonales en línea directa con nuestros compañeros, vecinos o familiares sigue siendo un trabajo, no tantas veces atendido desde la empatía, la colaboración o el respeto al conjunto en su diversidad.

El fanzine colaborativo como operación creativa pone sobre la mesa la enciclopedia abierta que somos y el potencial que otorga lo múltiple.

Laboratorio editorial nómade en Concepción. Crédito: Sandra Marín

Esta forma de edición abre una instancia donde cada uno puede hacer en la intimidad, en una hoja, con nuestras palabras, signos y esquemas, con los recursos que somos capaces de procesar y activar en la composición de una propuesta gráfica y narrativa. Abrimos nuestra individualidad y el espacio para extenderla, y luego, este universo se relaciona con los de otros que participan de la misma instancia, ofreciendo una gama de multiversos y enfoques sobre un mismo tema. La mayoría de las veces este proceso se complementa con una introducción que pone atención sobre el contexto y los participantes creadores de contenido.

La unidad editorial activa el primer círculo del espacio público para externalizar cierta idea, diálogo o reflexión que se haya descubierto en el proceso. Y así editar, organizar, priorizar, diseñar, nombrar, imprimir, alzar, encuadernar, orillar y multiplicar nuestra microedición, la cual activa y le da sinergia nuestro entorno social.

¿Qué más interesante que leer lo que nuestros amigos, familiares o comunidad están pensando, estudiando o sintiendo? ¿Qué más propio y atesorable que un dispositivo que hemos fabricado nosotros mismos?

La liviandad del Fanzine como publicación casera nos muestra la fuerza cohesionante y posibilitadora del hacer. La tecnología nos ayuda a informarnos e investigar, a escanear e imprimir, y el hecho corporal de crear entre todos un pequeño libro que podemos llevar a nuestra comunidad es un acto trascendente y experiencial que se graba en la memoria.

Estación Editorial en Museo Nacional de Bellas Artes. Crédito: Benjamin Matte

Aquí podemos traer la frase de Paul Valéry, “Una filosofía debe ser portátil”. Existe muchísimo conocimiento almacenado en grandes libros y bibliotecas, pero ¿cuánta de esa información (ya sea científica, fantástica o autoral) llega a nuestro entorno?

El Fanzine es reproducible, portátil, rápido, puede nacer en unas horas o durante unos meses. No alberga pretensiones mayores y su gran meta es compartirse: Ir hacia otros. Publicar una pequeña densidad que está ocurriendo. Así de simple y colosal.

Hablar de algo que nace y se entrega en el presente, sin tamiz, es un experimento, una hipótesis material, un dibujo a mano alzada de un posible mapa que estamos recorriendo. Muchas veces las ediciones fanzines funcionan en una colección, por capítulos que se complementan. Cada uno es una experiencia y por lo tanto, al igual que como fueron confeccionados, las partes arman el todo.

Estación Editorial en Museo Nacional de Bellas Artes. Crédito: Benjamin Matte

Estudio Repisa y Repisa Ediciones

Empecé a conocer el fanzine hace más de 13 años, archivando mis propias revelaciones, poesías y dibujos en pequeñas ediciones que podía compartir con mis cercanos. Con los años llegué a formar una colección de más de 150 ediciones. En un punto comencé a colaborar con el colectivo Milm2, los cuales plantaron en mí el concepto de Estación Editorial. Partimos en el Barrio Matta Sur, donde a través de papeletas y preguntas a vecinos, donde cada cual respondía para luego hacer copias de ese material y también encuadernaban para así llevarse una edición personal de este contenido.

Esta dinámica social y colectiva me llevó a construir ediciones, en la capacidad de aunar contenidos, editorializarlos, confeccionarlos y hacerlos circular. Por lo que en el año 2015, en el programa de residencias de Arte Colaborativo, fui la encargada de armar una colección de ediciones llamada “Fanzines a través del río” junto a Fanzinoteca Espigadoras en la Sexta Región de O’Higgins. Cada autor era instruido en la forma de armar una autoedición por medio de plegados o costuras para luego multiplicarla y enviar un saludo, historia o idea a su comunidad vecina y viceversa. Esta acción tomó fuerza al armar una caja que los contenía y los volvía un paisaje social. Estas residencias las llevé adelante hasta el año 2017 en distintos formatos. Hicimos el fanzine colectivo “Somos Tierra” en la que los habitantes de la Población Manuel Bulnes, en la quinta región de Valparaíso, presentaban de su puño y letra cómo era vivir la realidad desde la cima de los cerros. Luego, el Álbum de poesía documental de Punitaqui, en la cuarta región de Coquimbo, en el que a través de 16 micro capítulos fanzineros los habitantes abordaban los temas que les parecían de interés, sobre la idea de “¿Qué es un pueblo sino su gente?” (“What is the city but the people?”, de William Shakespeare).

Uno de los puntos álgidos de esta práctica se abre cuando me invitan a activar los Laboratorios editoriales Nómades de la Bienal de Artes Mediales en cinco regiones de Chile, junto a los centros Cecrea del CNCA (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes). Tuve que armar un plan para acoger horizontalmente las narrativas de educadores, artistas, científicos y gente de a pie que participó de estos encuentros, en el que el tema aglutinante fue “el temblor”. Desarrollamos mapas conceptuales y un laboratorio editorial que entregaba un juego de timbres geométricos para facilitar la ilustración de conceptos e ideas. La colección de seis ejemplares fue expuesta y complementada en la Estación Editorial Réplica que instalamos en el Museo de Bellas Artes de Santiago, donde todos los visitantes podían ser parte de una de las ediciones diarias que fuimos construyendo durante un mes.

Laboratorio Editorial Punitaqui. Crédito: Consuelo Huerta.

Avanzarnos y re-flexionar nuestros paradigmas

Varias han sido las experiencias relevantes que he seguido guiando y dejándome guiar hasta hoy, 2020, donde he podido entregar este conocimiento a multiplicadores del área de la salud, educadores de escuelas de escasos recursos, mediadores de museos y grupos ambientalistas, que buscan armar instancias de diálogo con su comunidad.

En resumen, las imágenes que dan forma al mundo son pasajeras y se nutren de las experiencias invisibles e inmateriales que desarrollamos en los procesos, en las instancias abiertas de trabajo colectivo, en el diálogo del hacer con las manos, en la construcción de relaciones en que somos parte activa.

La libertad y la riqueza que nos propone nuestro planeta desde su ancestralidad a los futuros posibles que queremos presentar, nace de biografías verdaderas o imaginarias que co-creamos y co-habitamos en la sinceridad del yo interior hacia la continua mezcla de formas posibles. La plataforma editorial colaborativa nos abre un portal por el cual colarnos en una amplia casa que sin saberlo vamos construyendo. Dice Gianni Rodari “Se puede entrar al mundo por la puerta principal o escurrirse –es más divertido– por una ventanita”.