Mujeres por la diversidad en un planeta en crisis

¿Dónde converge lo que todas y todos anhelamos? ¿Cómo volver a lo esencial y relacionarnos de manera más armónica entre personas y con la naturaleza? Quizás, esta vez, necesitemos un modelo que incluya a quienes han quedado al margen del desarrollo y de la cultura dominante y muchas veces, también de los derechos humanos básicos. Necesitamos un modelo de desarrollo que comprenda que los límites de la tierra también son los nuestros, y que proteja la diversidad, tanto de nuestros ecosistemas como de la multiplicidad de voces que conforman nuestra humanidad.

El movimiento feminista es un llamado a aceptar la diversidad que vive en nosotras y en nuestras comunidades, es luchar por una sociedad más justa, para todas y todos,  lo cual puede encaminarnos hacia una convivencia más pacífica entre seres humanos, con el medio ambiente y que sea perdurable en el tiempo.

“Al crear monoculturas creamos violencia, esa falta de diversidad y pérdida de identidad lleva a la gente a refugiarse en el integrismo y la xenofobia”, dice Vandana Shiva. © Carmen Marxuac

Diversas como la naturaleza

Nuestra tierra está cambiando, nosotras también. Hoy buscamos liberarnos de la homogeneización cultural que atenta contra nuestra identidad así como también la de los monocultivos que atentan contra la preservación de la vida y nuestra propia naturaleza. Y así como la naturaleza es diversa, nosotras también lo somos en nuestras voces y experiencias. El feminismo puede vivirse distinto para una mujer blanca urbana del mundo occidental que para una campesina del tercer mundo, que lucha por su subsistencia y que ha sido invisibilizada por el sistema. Entonces, ¿qué nos une?

Hablar de feminismo es hablar de justicia. Es construir un mundo donde nuestro género, raza, cultura o situación socioeconómica no sea una limitante en nuestras vidas. Es un llamado a recuperar nuestro valor y derechos a ser consideradas como iguales dentro de la sociedad.

“El feminismo se trata de justicia y creo que todos queremos vivir en un mundo justo. Todos estamos mejor si vivimos en un mundo justo, un mundo de real equidad. Entonces, todos deberíamos ser feministas” (Chimamanda Ngozi Adichie). © Clay Banks

Los límites de la Tierra, también son los nuestros

La actual crisis climática refleja el impacto que hemos tenido sobre nuestro planeta, especialmente por la actividad humana desarrollada los últimos cien años, basada en la quema de combustibles fósiles -principal responsable del calentamiento global-  y la sobreexplotación de la naturaleza. Esta situación ha provocado un cambio abrupto en los ciclos de la Tierra que hoy pone en riesgo la vida en nuestro planeta como la conocemos.

Si bien, hoy existe una política internacional que busca limitar los efectos de la crisis climática para que el aumento de la temperatura global no sobrepase los 2° Celsiuscon el Acuerdo de París- y otros para encaminarnos hacia un desarrollo sostenible -con los Objetivos de Desarrollo Sostenible o ODS-; para que esto se concrete en el tiempo, es indispensable reflexionar sobre nuestro paradigma actual de necesidades ilimitadas en un mundo finito.

En la búsqueda de satisfacer nuestras necesidades “ilimitadas” sin contemplar los límites de la Tierra, quizás nos olvidamos que estos límites también son los nuestros. Al respecto, María Mies comenta: “Con (el libro) Limits to Growth de James Lovelock, queda claro que los recursos de nuestro planeta son limitados, que si se sigue una filosofía de crecimiento ilimitado de bienes y servicios, y por consiguiente, de beneficios económicos, se rebasarán forzosamente los límites ecológicos de la tierra”.

Estos límites ya los sobrepasamos, pues hoy son necesarias cerca de 1,75 planetas Tierras para abastecer nuestra demanda anual de recursos naturales. Es decir, nuestro estilo de vida y de consumo siguen un ritmo tan acelerado que hemos sobrepasado lo que los ecosistemas son capaces de regenerar en un año, afectando la capacidad que tiene la Tierra de acogernos y proveernos de manera sustentable.

Sin embargo, a través del desarrollo de sistemas sociales y económicos más equitativos -y circulares- junto con la protección de nuestra biodiversidad, podríamos crear sistemas más resilientes capaces de lograr un desarrollo sostenible para todas y todos.

¿cómo podríamos vivir en mayor armonía con la naturaleza?

Un punto de partida puede ser reflexionar sobre lo que consideramos como “desarrollo”. ¿Será que podremos construir nuevos modelos de subsistencia que no se basen en el crecimiento ilimitado de unos pocos? En relación a ello, Max-Neef junto a otros autores mencionan la importancia de que nos replanteemos como sociedad, en primer lugar, nuestras necesidades básicas, para a partir de allí generar modelos más sostenibles. Tener presente cuáles son nuestras necesidades nos ayuda a repensar cuáles son nuestros modos de satisfacerlas, replantearnos cómo poder hacer un uso más racional de nuestros recursos y también los del planeta.

Otro modo en que podríamos convivir en mayor armonía entre personas, y con la naturaleza, es acercarnos hacia una sociedad más equitativa y diversa.

“Ni siquiera la estrategia de desarrollo sostenible pone en duda el paradigma del crecimiento permanente” (Vandana Shiva). © Falak Lazuardi

La importancia de la equidad de género en la diversidad, la seguridad alimentaria y el cambio climático

Según la ONU, “las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial” y son quienes aseguran la biodiversidad en gran parte de las culturas a través de la protección de las semillas[1], además de cuidar de la tierra y alimentar a naciones enteras. Es decir, garantizan la seguridad alimentaria y la resiliencia climática global. Actualmente, cerca del 42,7% de la mujeres económicamente activas del mundo trabajan en agricultura, sin embargo, ellas pasan jornadas laborales el doble de extensas que los hombres, junto con dedicarse al cuidado de sus familias y a las actividades domésticas.

Además, aún existe una brecha de género muy importante cuando se trata de posesión de la tierra, financiación y consideración en los programas de desarrollo agrario[2]. “Cerrar la brecha de género en el sector agrícola resulta fundamental para garantizar la seguridad alimentaria, construir la resiliencia climática y erradicar la pobreza”, sostienen desde ONU Mujeres.

Según la ONU, “las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial” y son quienes aseguran la biodiversidad, además de cuidar de la tierra y alimentar a naciones enteras. © Ives Ives

Mientras tanto, en África, donde la emergencia climática no es un problema del futuro, sino del presente, que acrecienta la pobreza y pone en riesgo la seguridad alimentaria, se estima que las mujeres podrían aumentar la producción agrícola en al menos un  20 por ciento, siempre y cuando tuvieran acceso igualitario a la tierra y a otros activos productivos. Ejemplo de ello, es lo que ocurre en Chad, donde cerca del 90% de los recursos del lago Chad han desaparecido y de él dependen alrededor de 40 millones de personas.⁠

Allí, el cambio climático ya afecta directamente la vida de las personas. Los hombres migran a la ciudad en la estación seca para conseguir un trabajo que les permita enviar dinero a casa, mientras tanto, las mujeres se hacen cargo del cuidado de la tierra, de sus familias y de la seguridad alimentaria, en un país donde la mayor parte de la población depende de la agricultura familiar y de subsistencia.⁠ Sin embargo, en la búsqueda de soluciones para restaurar las tierras degradadas y aumentar la fertilidad en los suelos de Sahel, se ha revivido una vieja técnica tradicional agroecológica llamada “zai”, que puede mejorar la producción de los cultivos en un 500%.

Ejemplos como estos nos permiten dimensionar la importancia de la equidad de género para construir nuevas redes beneficiosas para todas y todos, capaces de enfrentar los desafíos necesarios para mantener la vida en la Tierra. Quizás solo nos falte recordar que también somos parte de la naturaleza, que somos interdependientes, que la vida en la Tierra existe porque estamos más conectados de lo que imaginamos, y porque al igual que en un bosque, en nuestra diversidad y ayuda mutua puede estar nuestra más grande fortaleza.

Nuestro actual paradigma social, económico y cultural, que no contempla la diversidad, la equidad de derechos y oportunidades entre personas, ni tampoco la capacidad ecológica de lo sistemas naturales, evita que realmente pueda existir un desarrollo sostenible hoy y en el tiempo. Cerrar las brechas de género puede acercarnos a construir sistemas más resilientes y colaborativos que permitan transformarnos hacia una sociedad capaz de cohabitar en mayor armonía el planeta de todas y todos.

Recordar que también somos parte de la naturaleza, que somos interdependientes, puede ser nuestra más grande fortaleza. ©Nikola Jovanovic

[1] Maria Mies y Vandana Shiva (1998)  en La praxis del ecofeminismo.

[2] Ibíd

Fuentes

Benöhr, J., Orrego, J. (2018) en “Teoría Gaia: la Tierra como un organismo vivo”, Revista Endémico, N°3, 46-51, Chile.

Cargallo, F. (2013) en “Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América”, Editorial Quimantú, Chile.

Max- Neef, M., Elizalde, A., Hopenhayn, M. (2010) en “Desarrollo a escala humana. Opciones para el futuro”, Edición Biblioteca CF+S, España. Disponible en:  http://habitat.aq.upm.es

Mies, M., Vandana, S. (1998)en  “La praxis del ecofeminismo”, Icaria editorial, España.

Ngozi Adichie, C. (2015) en “Todos deberíamos ser feministas”, Editorial Random House.

Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (2011) en “El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2010-2011. Las mujeres en la agricultura, cerrar la brecha de género en aras del desarrollo”. Disponible en: http://www.fao.org/3/i2050s/i2050s00.htm

UN Women (2020). Disponible en: https://www.unwomen.org/

World Economic Forum (2019) “In Chad climate change is already a reality | Ways to Change the World”. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=8l-dhwqd2UM

Imagen de portada: © Annie Spratt