La (Des)aparición de una Laguna

Para Gianfranco Foschino, artista visual y videasta, el agua ha sido un elemento que lo ha acompañado a lo largo de toda su vida. No solo por un interés expresivo en relación a las formas, texturas, colores y discusiones políticas y sociales que se desprenden en todas las formas y transformaciones del agua, ante todo, por la crisis climática que nos atañe actualmente.

Resulta que durante toda su infancia y adolescencia, Foschino practicó natación de forma competitiva. Primero en piscinas temperadas, también, en la laguna Aculeo, espacio recientemente vaciado producto de la mega sequía que vive la zona central de Chile. En esa mezcla entre disciplina y rigor atlético es que Foschino desarrolló una delicada sensibilidad hacia la presencia y ausencia de este elemento fundamental para la vida del planeta. Para a través de sus fotografías y videos mostrarnos cómo, sin embargo, descuidamos el agua con y sin darnos cuenta.

En ese contexto, el Centro de Estudios del Agua (CEA) – institución científico-poética que busca relevar a este elemento en torno a una discusión comunitaria e interdisciplinar – que Foschino conversó con Endémico web acerca de la serie fotográfica que aquí presenta junto a la artista María Jesús Valenzuela, donde ambos fueron testigos del inesperado y también esperanzador renacer del agua en laguna Aculeo producto de las lluvias.

Junto a la artista María Jesús Valenzuela, Gianfranco Foschino registró la inédita aparición de un espejo de agua en la laguna Aculeo. ©YAMAMOTO Tadasu. 
Cortesía de Aomori Contemporary Art Centre (ACAC), Aomori Public University. Japón.

¿Cómo nace el vínculo entre el elemento agua y tu producción artística?

Toda mi infancia y adolescencia estuve metido en una piscina, por eso siempre me ha sido muy atractivo lo que genera el agua, en todo término. Al principio, estar en el agua era algo lúdico, un juego, porque me relacionaba con otros niños, pero luego se tornó algo donde la competencia y el desarrollo de habilidades que te hagan un atleta rápido era lo más importante. Se sabe que el mejor nadador es el que nada más horas, el que -ojalá- pudiera dormir en la piscina, porque el agua va esculpiendo tu cuerpo. Ese proceso se volvió aburrido y mi mente comenzó a huir de ese espacio. Cuando nadas 6 mil metros diarios la acción se vuelve monótona, tu cuerpo y tu mente se disocian, el cuerpo está en un ejercicio pero la cabeza en otro lugar, porque hay una especie de automatización en la acción. Fue en ese espacio que comencé a mirar, a pensar situaciones, a fijarme, por ejemplo, en cómo la luz de la mañana refractaba en el fondo de la piscina. Era un espectáculo de interiores. Creo que ahí fue cuando apareció mi interés por la contemplación, la necesidad de estar en silencio, la introspección. Porque bajo el agua estás en otro mundo, un universo interno. No hay posibilidad de interacción. Eso me permitía seguir ahí, mientras nadaba de un lado para otro, daba una vuelta tras otra.

“Por eso quisimos compartir estas fotografías, porque representan la esperanza de que vuelva la laguna. Un paisaje que no ha muerto definitivamente”.


©María Jesús Valenzuela

©María Jesús Valenzuela
©María Jesús Valenzuela

¿Cuáles son tus primeros recuerdos del contacto con la laguna Aculeo?

De niño no veía la laguna de forma obsesiva y constante como lo hago ahora. Entonces, ante todo, recuerdo los sonidos, la balsa que sube y baja y generaba un chirrido, las olas del viento de la tarde, las luces proyectándose desde la superficie, esa luz chispeante del atardecer… porque algo interesante que tiene la laguna es que no es plana. Es decir, está rodeada de montañas, es un lugar muy majestuoso. Y tiene ciclos naturales. En las mañanas la laguna era un espejo que permitía a ciertos deportistas hacer actividades como remo y esquí acuático mientras que en la tarde aparecía el viento y la laguna se pica, entonces salían los deportes de vela y los torneos. El agua y sus cambios en el día me dieron una noción mucho más clara de cómo era el entorno.

Extracto de video “Papá & Mamá”, realizado por el artista en la laguna Aculeo el año 2002. ©Gianfranco Foschino

La desaparición de una memoria

Como era campeón nacional de natación, los padres de Gianfranco Foschino se preocuparon de que tuviera un lugar donde practicar el nado junto a su hermano cuando no disponían de la piscina en los veranos. Desde entonces y hasta ahora, Aculeo se transformó en ese espacio de contacto con la naturaleza, con el agua y el deporte. Quizás por eso, para Foschino la desaparición del agua en la laguna Aculeo implicó algo más que el signo evidente de la mega sequía en la zona central de Chile.

De adolescente grababa videos que manifestaban ese interés por el hábitat acuático, y ante todo, las pistas sensoriales que se desprendían de la interacción entre viento, agua y luz. Cuando la laguna se secó por completo en el verano de 2019, Foschino constató que no solo se había esfumado el el agua. Las plantas, las aves, los insectos, los sonidos de los animales que circundaban ese territorio se volvió ausente. Muerte y vacío surgía tanto en el espejo desierto de la laguna como en todo su entorno natural. “Todo era amarillo y seco. No había verde”, recuerda Foschino cuando llegó a Aculeo en abril de este año junto a la artista plástica María Jesús Valenzuela para hacer el registro más reciente.

Las inesperadas lluvias que cayeron en la Región Metropolitana entre los meses de marzo y julio, le dieron un respiro a la crisis de desertificación que había sufrido Aculeo. Gianfranco Foschino y Maria Jesús Valenzuela se habían ido a instalar para documentar la transformación del paisaje en el entorno. Tras las lluvias, constataron con fotografías y videos el renacer. Un ojo de agua se mantenía en el centro, lo que sugería de que, tal vez, las napas subterráneas no se habían secado del todo. Patos, insectos, el verde volvía a aparecer. La vida retornaba a un lugar que se pensaba muerto.

©Gianfranco Foschino
©María Jesús Valenzuela
©Gianfranco Foschino

¿Qué pudiste constatar en estos meses de estadía en Aculeo?

Algo muy fascinante pasó en este período de lluvias y fue que aparecieron los patos aves, las ranas, los sonidos. Cuando llegamos en abril era un lugar sin sonoridad. La única sonoridad era la relativa al viento o las vacas, los caballos, las mulas, que son los habitantes más contemporáneos. Observar ese proceso de cambio en donde ese pequeño espejo de agua empiece a modularse y mutan los colores en relación al espectro que existe en el cielo, fue fascinante. Por eso quisimos compartir estas fotografías, porque representan la esperanza de que vuelva la laguna. Un paisaje que no ha muerto definitivamente.

Como artista que se ha ocupado de documentar el valor y la crisis del agua en nuestro territorio, ¿cómo piensas que se debiese pensar la laguna Aculeo hoy y para el futuro? 

Aculeo es muy importante porque está en la Región Metropolitana. Su gran particularidad y valor es su cercanía con la ciudad. No es ajena, no es una otredad. En ese contexto, me encantaría que se transformara en un santuario natural que promueva la biodiversidad. Cuando la laguna desaparece se rompen las actividades en torno a ella, tanto humanas como no humanas. Pero esas actividades parecen no importarle a nuestro país. Pienso que los grandes problemas que tenemos en Chile en términos políticos son las industrias extractivas. La minería, la pesca, la agricultura, la salmonicultura, todas operaciones enormes, cortoplacistas y muy poco reguladas. Su lógica es la misma que la de los conquistadores que llegaron al “nuevo mundo”, de extraer los recursos naturales y explotarlos en el exterior lo mas rápido antes que se acaben. Eso requiere de una operación sin comunidades que intervengan y que pasen lo más desapercibidas posible. El problema es que no existen máquinas que reconstruyan los glaciares ni los ecosistemas. Y pienso que toda la tecnología debiera estar vertida hacia eso.

“El nuevo ojo de agua que apareció en Aculeo es la primera reacción de una nueva vida. Ahí hay una gestación muy importante de ver, registrar y reconocer, de cómo se va a reconstruir ese ciclo de la naturaleza”.

Por el contrario, las actividades no industriales ni lucrativas, es decir, la cultura asociada al agua, el deporte, el arte y la ciencia parecen interesar poco. Porque querámoslo o no, ese es el código que ocupamos en el mundo que vivimos hoy. De buena o mala forma, todo lo mueve el dinero. En ese contexto, tengo la esperanza de que nuestras fascinaciones y formas de habitar los espacios se tornen igualmente industriales. Actividades como el ecoturismo – que pone en valor la educación ambiental y el cuidado del territorio-, la agricultura sustentable, el reciclaje, las actividades comunitarias; si logramos que se expandan y se valoren hasta hacerse tan masivas como la industria, habremos tenido éxito.

©María Jesús Valenzuela
©María Jesús Valenzuela
©Gianfranco Foschino

Pienso que no debemos perder la capacidad de asombro con la naturaleza, que es la misma operación que genera el arte y la ciencia. La misma sensación que me provocó la primera vez que entré de niño a nadar a una piscina o a la laguna, antes que la natación se tornara algo competitivo y mecánico. El nuevo ojo de agua que apareció en Aculeo es la primera reacción de una nueva vida. Ahí hay una gestacion muy importante de ver, registrar y reconocer, de cómo se va a reconstruir ese ciclo de la naturaleza, de cómo aflora esa napa subterránea. Transformarla en un santuario natural que promueva la biodiversidad tiene que ver con proteger los valores asociados. Darle posibilidad a los cursos de agua que retomen el camino natural, porque eso es lo que necesita la naturaleza: volver a su estado natural.

Imagen de portada: ©Félix Leblanc, 1900 por Memoriachilena.